“Chaval, a ver si sabes ésta: Disposición anticipada, once
letras”. No sé si me molestaba más que me llamase así o que me
considerara una especie de memorión de los crucigramas. Pruebe
con “providencia”, podría ser. “¡Bravo! Ya sabía yo que hacía
bien en contratarte.” No me extraña, puedo encontrar un
“expediente perdido”, atender al teléfono, organizar la agenda,
servir de coartada nocturna (“chitón”) y, encima, ayudarle a
resolver los crucigramas. Pensaba que tendría un futuro plácido,
ascendiendo en el bufete hasta que otro me resolviera a mí los
crucigramas. Tan ensimismado estaba que cuando el jefe me
reunió en su despacho y me habló de la crisis, yo le contesté
“pruebe con ruina o con vicisitud, son sinónimos”.
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