martes, 6 de abril de 2010
EL OLVIDO
No había esperanza para su razón que se lapidaba lentamente entre muros y muros de olvido. Ninguna palabra podría salvarla de lo inevitable. Ninguna persona podría explicarle la tremenda confusión que se apoderaba de su ser. Paró y contempló un momento sus manos que no recordaba tan viejas. Aquellas con las que un día escribió tantas historias, que crearon personajes únicos e vidas increíbles. Las miró como si las viera por primera y sin pretenderlo se vio delante del ordenador. Los dedos aporreaban incesantes las teclas con vida propia. No recordó lo que hacía hasta que miró la pantalla. Escribían su propia historia antes de olvidarla.
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