Su mirada, sin quererlo, se desviaba al punto temido. No mires, se repetía para si misma, pero la vista no le obedecía, ya no, su mente no lograba alejarse de aquella zona.
Aquella mancha en su piel, estaba trastornando su vida, su aversión a las manchas había crecido con los años. Las sesiones de terapia psicológica, no habían dado el fruto esperado, así como tampoco lo habían conseguido las indicaciones de su medico.
Esa tarde estaba sola, su mente finalmente cedió y con ella su vida...
Un cuchillo le ayudo a deshacerse de aquella mancha.
Cuando su marido llegó, ya era tarde, solo le quedaba un hilo de vida.
Suficiente para decirle:
- Me voy sin mancha...
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