Abraham se levantó ese día con la garganta seca, arrastró los pies hasta la cocina y escuchó a alguien correr apresuradamente:
- ¡Abraham tienes que irte del pueblo! ¡La muerte te está buscando!
Él se subió a la camioneta todavía con el pijama puesto, una camisa andrajosa y algo de dinero. Pronto se alejó varios kilómetros de su casa, llegó a un motel y se paró a descansar. Allí se afeitó la cabeza y se compró ropa nueva. Se sentó comer plácidamente, al otro lado del bar se encontraba la muerte, que pensó:
- No encuentro a Abraham, así que me llevaré a ese de la cabeza rapada.
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