La miró de arriba abajo, muy lentamente. ¡Cuánta ropa, qué gusto! Empezó por el abrigo, que se dejó caer sin oponer resistencia. Después la bufanda, suave, desenroscándose sigilosa como una culebra. El jersey ceñido daba muchas y buenas pistas. Lo dejaría para más adelante, hoy no tenía prisa. Se fijó en la falda. Un botón, una cremallera y al suelo. ¡Fuera zapatos! Las medias eran su debilidad. Primero las saboreó en sus dedos; luego detuvo la vista en la cinturilla…
Demasiado tiempo: aquella chica descubrió que la estaban desnudando con la mirada y se enojó. Tuvo que cerrar los ojos para dejarla vestida inmediatamente.
lunes, 5 de abril de 2010
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