lunes, 5 de abril de 2010
Regreso
María llegaba a casa después de su jornada de trabajo. En el felpudo de su puerta, una flor amarilla animaba su mala cara. Detrás, al girar la llave, en la percha de la entrada, una americana de caballero. Por el suelo un pantalón, un cinturón y una prenda íntima regaba el camino hacia su habitación. María atónita siguió el rastro hasta su cama. Sobre ella un folio escrito: “te espero...ya sabes donde”. Lo sabía perfectamente. Sigilosa, se quitó su ropa, se descalzó y corrió hasta el cuarto de baño de su habitación y allí en la bañera, su masajista particular. Sobraban las palabras, su jaqueca estaba a punto de desaparecer. Entró, le besó y...todo fue calor, fuego y pasión.
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