Dormía en la habitación contigua, percibí el golpeteo como alas revoloteando dentro de una jaula. Sentí como chocaban contra las paredes, parecían provenir de grandes pájaros. No me atrevía a moverme.
Me vino a la memoria mis pesadillas de antaño, aquellas en las que una hermosa mujer se acercaba a mí en mis peores sueños, me envolvía con el sutil velo que la cubría e inmediatamente la paz volvía a mí. Intenté visualizarla para poder aislarme de la zozobra que empezaba a invadirme.
Mientras, el cuarto se inundaba de una niebla densa, relajante, soporífera. Sabía que ya nada podía hacer, más que abandonarme y soñar.
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